martes, 6 de octubre de 2009

LIBROS

Si os doy un libro vacío, diciendo: “No podéis todavía aprovecharos de él”, tal vez penséis: “Nos está insultando.”
Pero si distribuyo un libro lleno de contenido y comprensible, todos los lectores tomarán sus superficialidades para estimularse, exclamando: “¡Qué magnífico y qué profundo!” La gente seguirá estas cosas externas cuando me vaya, haciendo de ellas una fuente de estímulo y debate. En ellas encontrarán enseñanzas didácticas, poesía, ejercicios o historias.
Si no doy ningún libro, o doy uno pequeño, los eruditos académicos se mofarán y arruinarán los espíritus de los estudiantes potenciales y vulnerables con otros libros, todavía más de lo que ya lo hacen.
Los estudiantes desconcertados se vuelven destructivos, imaginando soluciones e intentando, después, imponérselas a los demás.
Si distribuyo un voluminoso libro, algunas personas imaginarán que es pretencioso. Todas estas suposiciones están ahí, habéis de notar, porque conviene a la gente tenerlas, no porque exista la mínima posibilidad de que sean verdad.
Si distribuyo un libro críptico, la gente imaginará que contiene extraños secretos. O quizá se vuelvea innecesariamente astuta intentando descifrarlo.
Y cuanto más se dicen estas cosas, más dice la gente de manera petulante o desdeñosa: “No nos entiendes. Nosotros no nos comportamos de esa manera. La falta de entendimiento es tuya.”
Pero si digo todas estas cosas y las consideráis todas ellas, incluso por un tiempo, dando a cada afirmación igual atención, estaré contento.

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