martes, 13 de octubre de 2009

HIERBA

Un hombre se acercó a un grupo de campesinos y los preguntó:
-Hermanos, ¿habéis visto pasar por aquí a un hombre bueno? Busco a mi Maestro. Él ha pasado hace poco por este camino.
Los campesinos contestaron:
-Si, ha pasado por aquí un hombre de aspecto impresionante pero modales sencillos. Mirad donde la hierba está aplastada: ésa es la huella de su pie.
El Buscador se agachó reverentemente, recogió una hoja de hierba y la retuvo en una mano con admiración.
Los campesinos echaron a reír, y uno exclamó:
-¿Veis? Dice estar averiguando el paradero de su maestro y se detiene a venerar una hoja de hierba.
El hombre se sintió tan molesto y tan herido en su amor propio, que supuso que con aquella objeción bien intencionada y oportuna los campesinos habían querido molestarlo. Por consiguiente, en lugar de aprovechar la observación como una enseñanza, manifestó:
-Ninguno de los aquí presentes es merecedor de tanto honor como esta hoja de hierba, pues ha sido tocada por los pies del Maestro.
En realidad, lo que había resentido al Buscador era la insinuación de que él era un tonto y no la implicación de que su Maestro fuese menos importante de lo que él lo consideraba, pues en las palabras de los campesinos no hubo tal afirmación, ni siquiera tan intención.
Y entonces los hombres, por su parte, se sintieron menospreciados por la calificación de ser menos que hierba. Entonces la inicial benevolencia hacia el Buscador se extinguió y se inició una discusión.
A causa de estas tendencias los Buscadores son llamados Buscadores y no Halladores.

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