viernes, 23 de octubre de 2009

EL ARROYO DE LA LUNA

Un rebaño de elefantes se había instalado a la orilla de un arroyo y los demás animales
se lamentaban de que esta presencia los privaba del libre acceso al curso de agua. Todos
se pusieron a buscar una estratagema para hacer que se largaran, pues estaba claro que
ninguna fuerza bastaba para obligarlos a irse.
El primer día de la luna, un viejo conejo subió a un montículo y gritó a los elefantes:
"¡Oh, sultán de los elefantes! ¡Soy un mensajero, el mensajero de la luna! Si quieres tener
la prueba de mis palabras, escucha esto: dentro de quince días, la luna se mostrará
en el agua. Y he aquí el mensaje que la luna os envía: "Este arroyo nos pertenece y está
prohibido a todos acercarse a él bajo pena de volverse ciegos" Creedme, si os quedáis
cerca de este arroyo, seréis cegados por medio de unos destellos. ¡Y si os atrevéis a calmar
en él vuestra sed, la luna se estremecerá en el agua para mostrar su cólera!"
Al octavo día de la luna, el sultán de los elefantes fue a beber al arroyo, pero cuando
mojó su trompa en él, vio la luna estremecerse en su superficie. Entonces empezó a creer
lo que le había dicho el viejo conejo, pero los demás elefantes lo tranquilizaron diciéndole:
"¡No somos tan tontos como para huir porque la luna se haya movido!"

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