martes, 20 de octubre de 2009

EL POZO DEL LEON

Los animales vivían todos con el temor del león. Las grandes selvas y las vastas praderas
les parecían demasiado pequeñas. Se pusieron de acuerdo y fueron a visitar al león.
Le dijeron:
"Deja de perseguirnos. Cada día, uno de nosotros se sacrificará para servirte de alimento.
Así, la hierba que comemos y el agua que bebemos no tendrán ya este amargor que
les encontramos."
El león respondió:
"Si eso no es una astucia vuestra y cumplís esta promesa, entonces estoy perfectamente
de acuerdo. Conozco demasiado las triquiñuelas de los hombres y el profeta dijo: "El
fiel no repite dos veces el mismo error"."
"¡Oh, sabio! -dijeron los animales-, es inútil querer protegerse contra el destino. No saques
tus garras contra él. ¡Ten paciencia y sométete a las decisiones de Dios para que El
te proteja!"
"Lo que decís es justo -dijo el león-, pero más vale actuar que tener paciencia, pues el
profeta dijo: "Es preferible que uno ate su camello!""
Los animales:
"Las criaturas trabajan para el carnicero. No hay nada mejor que la sumisión. Mira el niño
de pecho; para él, sus pies y sus manos no existen pues son los hombros de su padre
los que lo sostienen. Pero cuando crece, es el vigor de sus pies el que lo obliga a tomarse
el trabajo de caminar."
-Es verdad, reconoció el león, pero ¿por qué cojear cuando tenemos pies? Si el dueño
de la casa tiende el hacha a su servidor, éste comprende lo que debe hacer. Del mismo
modo, Dios nos ha provisto de manos y de pies. Someterse antes de llegar a su lado, me
parece una mala cosa. Pues dormir no aprovecha sino a la sombra de un árbol frutal. Así
el viento hace caer la fruta necesaria. Dormir en medio de un camino por el que pasan
bandidos es peligroso. La paciencia no tiene valor sino una vez que se ha sembrado la
semilla."
Los animales respondieron:
"Desde toda la eternidad, miles de hombres fracasan en sus empresas, pues, si una cosa
no se decide en la eternidad, no puede realizarse. Ninguna precaución resulta útil si
Dios no ha dado su consentimiento. Trabajar y adquirir bienes no debe ser una preocupación
para las criaturas."
Así, cada una de las partes desarrolló sus ideas por medio de muchos argumentos pero,
finalmente, el zorro, la gacela, el conejo y el chacal lograron convencer al león.
Así pues, un animal se presentaba al león cada día y éste no tenía que preocuparse ya
por la caza. Los animales respetaban su compromiso sin que fuese necesario obligarlos.
Cuando llegó el turno al conejo, éste se puso a lamentarse. Los demás animales le dijeron:
"Todos los demás han cumplido su palabra. A ti te toca. Ve lo más aprisa posible junto al
león y no intentes trucos con él."
El conejo les dijo:
"¡Oh, ámigos míos! Dadme un poco de tiempo para que mis artimañas os liberen de ese
yugo. Eso saldréis ganando, vosotros y vuestros hijos."
-Dinos cuál es tu idea, dijeron los animales.
-Es una triquiñuela, dijo el conejo: cuando se habla ante un espejo, el vaho empaña la
imagen."
Así que el conejo no se apresuró a ir al encuentro del león. Durante ese tiempo, el león
rugía, lleno de impaciencia y de cólera. Se decía:
"¡Me han engañado con sus promesas! Por haberlos escuchado, me veo en camino de
la ruina. Heme aquí herido por una espada de madera. Pero, a partir de hoy, ya no los escucharé."
Al caer la noche, el conejo fue a casa del león. Cuando lo vio llegar, el león, dominado
por la cólera, era como una bola de fuego. Sin mostrar temor, el conejo se acercó a él,
con gesto amargado y contrariado. Pues unas maneras tímidas hacen sospechar culpabilidad.
El león le dijo:
"Yo he abatido a bueyes y a elefantes. ¿Cómo es que un conejo se atreve a provocarme?"
El conejo le dijo:
"Permíteme que te explique: he tenido muchas dificultades para llegar hasta aquí. Había
salido incluso con un amigo. Pero, en el camino, hemos sido perseguidos por otro león.
Nosotros le dijimos: "Somos servidores de un sultán " Pero él rugió: "¿Quién es ese sultán?
¿Es que hay otro sultán que no sea yo?" Le suplicamos mucho tiempo y, finalmente,
se quedó con mi amigo, que era más hermoso y más gordo que yo. De modo que otro
león se ha atravesado en nuestros acuerdos. Si deseas que mantengamos nuestras promesas,
tienes que despejar el camino y destruir a este enemigo, pues no te tiene ningún
temor."
-¿Dónde está? dijo el león. ¡Vamos, muéstrame el camino!"
El conejo condujo al león hacia un pozo que había encontrado antes. Cuando llegaron al
borde del pozo, el conejo se quedó atrás. El león le dijo:
"¿Por qué te detienes? ¡Pasa delante!"
"Tengo miedo, dijo el conejo. ¡Mira qué pálida se ha puesto mi cara!"
-¿De qué tienes miedo?" preguntó el león.
El conejo respondió:
"¡En ese pozo vive el otro león!"
-Adelántate, dijo el león. ¡Echa una ojeada sólo para verificar si está ahí!
-Nunca me atreveré, dijo el conejo, si no estoy protegido por tus brazos."
El león sujetó al conejo contra él y miró al pozo. Vio su reflejo y el del conejo. Tomando
este reflejo por otro león y otro conejo, dejó al conejo a un lado y se tiró al pozo.
Esta es la suerte de los que escuchan las palabras de sus enemigos. El león tomó su reflejo
por un enemigo y desenvainó contra sí mismo la espada de la muerte.

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