martes, 13 de octubre de 2009

EL ESPEJO, LA TAZA Y EL ORFEBRE

Un orfebre trabajó durante anos para perfeccionar un espejo mágico y una taza. Las principales propiedades de estos objetos eran las siguientes: el espejo tenía el poder de mostrar cuál de los amigos de uno se encontraban en aprietos; la taza liberaba de todas sus dificultades a quien depositara en ella un guijarro. También podía producir el enriquecimiento de una persona.
Pero el orfebre no podía utilizar el espejo ni la taza en su provecho, pues uno y otra daban sus beneficios solamente cuando eran accionados por una cierta clase de hombre. Con el deseo de que sus piezas mágicas prestasen su servicio a todo aquel que pudiese usarlas, el orfebre se lanzó a viajar en todas las direcciones, buscando a quien ofrendar sus tesoros.
Finalmente encontró en Bucara a un grabador que reunía las condiciones requeridas y le entregó los objetos, diciendo:
-Usa estas cosas. Un día volveré para saber si te han dado fortuna.
La primera vez que el grabador miró en el espejo, vio al orfebre luchando en el remolino de un río, a punto de ahogarse. Entonces puso un guijarro en la taza mágica e inmediatamente comprobó que el orfebre se salvaba.
La segunda vez que miró en el espejo, vio al orfebre cercado por temibles enemigos ocultos. Apeló a la taza y pudo desembarazarlo del asedio.
La tercera vez que consultó el espejo se enteró de que todos los parientes, amigos y relaciones del orfebre atravesaban una u otra suerte de vicisitudes. Recurriendo a la taza, nuevamente pudo ponerlos a salvo.
Cuando volvió a mirar en el espejo, el grabador se vio a sí mismo amenazado por dificultades. Introdujo, pues, un guijarro en la taza y sus problemas se diluyeron.
Al regresar el orfebre muchos meses después, se encontró con que el espejo y la taza estaban abandonados y llenos de polvo sobre la mesa de trabajo del grabador, y que éste seguía dedicado a su fina artesanía que le estaba estropeando la vista.
Se indignó.
-Yo me he esforzado enormemente primero para hacer estos objetos mágicos y después para encontrarles un destinatario digno de ellos, protestó indignado, y tú los dejas por allí, descuidados, en un rincón, como si no valiesen nada. ¡No los utilizas ni siquiera para socorrer a tus amigos! ¿Por qué no te has enriquecido?
El grabador no respondió. ¿Cómo razonar con alguien, dotado o no de extrañas habilidades, que llega a sus conclusiones sobre el vacío, sin pensar ni averiguar antes las cosas debidamente? Recogió la taza mágica y un guijarro que estaba a su lado.
A esta altura, el orfebre estaba ya tan enfurecido y amenazante que insultaba al grabador en todas las formas posibles, mientras agitaba sus brazos agresivamente.
Un poco a tientas, pues veía poco, el grabador dejó caer un guijarro en la taza. Entonces el orfebre desapareció y ya nunca más se supo nada de él.

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