martes, 13 de octubre de 2009

LA CEBOLLA

Hubo una época y un país en que las cebollas eran muy raras, casi desconocidas.
Alguien dejó una cebolla grande en la plaza pública de la ciudad principal de la comarca.
Muchos ciudadanos sintieron curiosidad por esa cosa extraña. No obstante se dieron cuenta de que debía tratarse de alguna clase de vegetal.
La primera persona que osó aproximarse a la cebolla, al acercarse tosió por casualidad. Inmediatamente se alejó y difundió la explicación de que «las cebollas producen tos».
Una segunda persona descubrió que despedía un fuerte olor. Si bien habría deseado llevarse un trozo de la cebolla razonó:
-Si por fuera huele tanto, por dentro debe ser insoportable. De manera que la dejó intacta.
Un tercer hombre hizo un corte en la cebolla y una de las capas cayó en su mano.
-¡Cosa milagrosa! Exclamó, dirigiéndose a cuantos estaban observando. Tiene propiedades mágicas. Cuando se la corta se desprende de toda una parte externa y conserva una interna igual que la otra.
El cuarto hombre extrajo otra capa; se la llevó y la cocinó. Encontró que era deliciosa. Después enseñó a otros a hacer lo mismo.
-Por muchas capas que se le quiten, este sorprendente vegetal brinda siempre otra: es una especie de cosecha perenne, decía la gente.
-Parecería que se empequeñeciese
-Esa es una mera ilusión óptica, opinaron los otros, pues deseaban creer que la cebolla era inagotable.
¿Y qué pasó cuando se despojó a la cebolla de su última cubierta?
Todos exclamaron:
-¡Esto es algo indudablemente mágico, pero también artero! No sólo desaparece, sino que lo hace sin anuncio previo.
Con mucha sensatez todos convinieron en que, en resumidas cuentas, lo pasaban mejor sin cebollas.

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