martes, 27 de octubre de 2009

FAVOR DIVINO

Muy cerca del Temén, en la ciudad de Darván, vivía un hombre lleno de generosidad, de
bondad, de madurez y de razón. Su morada era el lugar de reunión de los desheredados,
de los pobres y de los melancólicos. Tenía la costumbre de distribuir la décima parte de
sus cosechas.
Cuando el trigo se convertía en harina y hacían pan con ella, distribuía la décima parte
de él. Cualquiera que fuese la naturaleza de su cosecha, hacía así, cuatro veces al año,
esa distribución.
Un día dio estos consejos a sus hijos:
"Cuando yo haya muerto, perpetuad esta tradición para que el favor divino esté sobre
vuestra cosecha. El fruto de una cosecha proviene de lo desconocido, pues es Dios quien
nos lo proporciona. Si disponéis adecuadamente de sus larguezas, la puerta del provecho
se abrirá para vosotros. Así hacen los campesinos que siembran sin esperar ya una parte
de su cosecha. Puede suceder que lo sembrado sea más importante en cantidad que el
resto. ¡Qué importa! ¡Tienen confianza! El zapatero se priva igualmente de todo para comprar
pieles, pues ésa es la fuente de sus ingresos. Pero la tierra o el cuero no son, de hecho,
sino velos. Y la verdadera fuente de ganancia es lo que Dios nos ofrece. Si restituís
vuestras ganancias a la fuente, recuperáis vuestra apuesta centuplicada. Imaginad que
hayáis colocado vuestras ganancias en el lugar en el que suponéis que se encuentra su
fuente y que nada brota durante dos o tres años. No os queda ya sino implorar a Dios.
"No lo olvidéis: El es quien nos procura alegría y embriaguez, no el vino ni el hachís. Ninguna
ayuda verdadera nos vendrá de vuestros tíos, de vuestros hermanos, de vuestro padre
o de vuestros hijos. Sabedlo: llegará un día en que ellos se alejarán de vosotros y
vuestros amigos se volverán enemigos. Durante toda vuestra vida no habrán hecho sino
obstaculizar vuestro camino, igual que ídolos.
"Si un amigo se aleja de ti con rencor, celos o cólera, no te apenes. Muy al contrario, da
limosnas y da gracias a Dios pues no estabas ligado a ese amigo sino por ignorancia. Pero
ahora te has liberado de sus redes. Busca, pues, un verdadero amigo. El verdadero
amigo es aquel cuya amistad no se deja enfriar por nada, ni siquiera por la muerte.
"No olvidéis esto: sembrad vuestra semilla en la tierra de Dios para que vuestra cosecha
esté al abrigo de los ladrones y de las calamidades. En cualquier momento el diablo nos
amenaza con la pobreza. No le sirvamos de pieza de caza. Por el contrario, démosle caza
nosotros, pues no es digno que el halcón del sultán sea cazado por una perdiz."
Pero este sabio sembraba la semilla de la sabiduría en un terreno árido. En las palabras
del sabio se encuentran miles de exhortaciones útiles. Pero hace falta oído para oírlas.
¡Quién mejor que los profetas para aconsejar, puesto que sus palabras hacen moverse
las montañas!
Las montañas han aprovechado sus consejos, pero muchos hombres les arrojaron piedras.
Así es como, hipnotizados por la idea de sacrificar una décima parte de sus ganancias,
muchos hombres olvidan el favor divino que obtendrían obrando así.

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