miércoles, 21 de octubre de 2009

LA SERPIENTE-DRAGON

Un día, un cazador de serpientes salió de caza a las montañas. Pretendía capturar la
mayor de las serpientes. Pues bien, una violenta tempestad de nieve se desencadenó en
las alturas.
De pronto, nuestro cazador se quedó al acecho ante una enorme serpiente. Buscaba
una serpiente pero acababa de encontrar un dragón. Presa de gran terror al principio, se
dio cuenta enseguida de que el monstruo estaba entumecido por el frío. Decidió, pues, llevarlo
al pueblo para que la población pudiese admirarlo.
Ya de vuelta en el pueblo, proclamó:
"¡Acabo de capturar un dragón! ¡Me ha dado mucho trabajo, pero, sin embargo, he conseguido
matarlo!"
El cazador creía realmente muerta la serpiente, cuando sólo estaba adormecida por el
frío. La multitud acudió para admirar el dragón mientras que el cazador contaba las peripecias
imaginarias de esta captura. La gente, llena de curiosidad, no dejaba de agruparse
y esperaba que el cazador alzase la manta bajo la cual había disimulado el animal. El cazador,
por su parte, esperaba sacar un buen provecho de aquel público, pero el tiempo
que pasaba y el calor acabaron por sacar a la serpiente de su sopor...
Cuando la multitud vio que aquella serpiente, supuestamente muerta, aún se movía, huyó
gritando de horror. La gente se atropellaba para escapar más aprisa. En cuanto a la
serpiente, se tragó de un solo bocado al cazador triturándole los huesos.
Las privaciones transforman a una serpiente en un gusano. La abundancia transforma al
mosquito en halcón. ¡Anda! Mejor deja al dragón sepultado en la nieve. No lo expongas al
sol. Desconfía del sol del deseo porque puede transformar al búho en halcón.

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