viernes, 2 de octubre de 2009

EL MAESTRO IMBÉCIL

Cierto sabio recibió a un joven de paso por el lugar, provisto de muchas opiniones pero de poca experiencia. Después que hablaron durante un par de horas, las personas presentes advirtieron que el lenguaje del sabio se volvía cada vez más obtuso.
El joven, incapaz de contenerse, comenzó a tildar de «imbécil» al sabio.
Una vez que el joven reemprendió su camino, algunos asistentes rogaron al sabio que explicase su conducta, pero éste se limitó a sonreír y guardó silencio.
No faltaron quienes supusieron que el sabio estaba tan envejecido que no había podido defenderse ante el visitante.
Cierto día, en ocasión en que se necesitaba un relato ejemplar, el sabio volvió al tema. Dijo:
-Algunos de vosotros seguramente recordaréis que cierta vez pasó por aquí un joven y yo me comporté como un viejo estólido. Aquel hombre no actuaba más que por opiniones y carecía de capacidad para reconocer la experiencia. Me fue imposible atravesar su coraza de opiniones. Si hubiese intentado explicar esto, el joven habría considerado que yo me proponía censurarlo. Él necesitaba información, no conocimiento .
La obligación del anfitrión es darle al visitante lo que éste desea. El único servicio que él me permitió fue darle ocasión para que pusiese de manifiesto su altanería y exacerbase sus expresiones de rudeza al extremo de que pudiera percibir sus propias deficiencias y abandonarlas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario