viernes, 13 de noviembre de 2009

EL ASESINO

Como debéis saber, hay muchas clases de bacterias. Algunas son útiles: nos ayudan a digerir los alimentos; otras, que carecen de función discernible, son completamente inofensivas. Y, por supuesto, algunas ocasionan enfermedades.
Un día, cierto microbio peligroso fue atacado repentinamente por otro que lo mató. Una bacteria inofensiva que se encontraba cerca gritó:
-¡Asesino! ¡Este germen no ha hecho daño alguno y, sin embargo, lo has asesinado vilmente!
El criminal dijo:
Si se le hubiese permitido vivir y atacar a la humanidad, o aun a animales, hubiera ocasionado graves perjuicios; quizás hubiese estimulado la acción antibacteriana y podría habernos privado de nuestro tejido anfitrión.
El microorganismo ofendido resopló; conozco a los de tu calaña. Fingiendo poseer grandes luces, os atribuís mayor derecho a disponer de vidas ajenas. Os arrogáis licencias en nombre del conocimiento. No me cabe la menor duda de que estás proyectando que tu próxima víctima sea yo.
-Te ruego que orientes tu atención, a través de este instrumento, a toda una congregación de amigos tuyos que en realidad atacan a un ser humano al que ellos piensan destruir en nombre de la legalidad de la realización de un festín para todos -dijo el otro.
-¿Crees que no tengo nada mejor que hacer -preguntó el idealista ofendido- que obedecer tus órdenes y verme atrapado en un curso de acción que pueda conducirme a mi propio aniquilamiento?
Sin embargo, lo único que el teórico de alto vuelo ha conseguido hacer es enseñar a las bacterias «destructoras» a guardarse sus opiniones. Pero ninguno de los dos bandos entiende realmente al otro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario